Durante
las apariciones del Señor de la Divina Misericordia a Santa Faustina,
Cristo aseguró varias gracias a los que se acercaran a su misericordia.
San Juan Pablo II, más adelante, instituyó oficialmente la indulgencia
plenaria para esta fiesta.
“Deseo
que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las
almas y, especialmente, para los pobres pecadores… El alma que se
confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las
culpas y de las penas… Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus
pecados sean como escarlata”, dijo el Señor en una promesa que hizo a
Santa Faustina Kowalska en una de las apariciones místicas que le
concedió.
En
el 2002, esta promesa de Cristo se hizo “oficial” en la Iglesia cuando,
por mandato de San Juan Pablo II, la Santa Sede publicó el “decreto
sobre las indulgencias recibidas en la Fiesta de la Divina
Misericordia”, un don que también puede alcanzar a los enfermos y los
navegantes en altamar.
En
el segundo domingo de Pascua, que este año se celebra el 12 de abril,
se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales
(confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las
intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que participe en actos de piedad
realizados en honor de la Misericordia divina.
“O
al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía,
públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el
Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso
(por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el texto del
decreto.
Asimismo
se concede indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón
contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones
piadosas legítimamente aprobadas”.
También
los enfermos y las personas que los asisten, los navegantes, los
afectados por la guerra, las vicisitudes políticas o la inclemencia de
los lugares “y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa
o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad,
podrán conseguir la indulgencia plenaria”.
Esto
siempre y cuando, con total rechazo de cualquier pecado y con la
intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones
habituales recen “frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús
misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación
piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo,
si ni siquiera se pudiera hacer lo antes descrito, podrán obtener la
indulgencia plenaria “los que se unan con la intención a los que
realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y
ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de
su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el
propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones
prescritas para lucrar la indulgencia plenaria”.
Jesucristo
también prometió a Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de la
Divina Misericordia junto a los moribundos se pondrá “entre el Padre y
el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador
misericordioso”.
Por lo tanto, este próximo domingo, tenemos una cita ineludible con la Misericordia Divina.
Fiesta instituída por el Papa Juan Pablo II
quien, al canonizar a Santa Faustina el 30 de Abril del 2000,
declaró el segundo domingo de Pascua (domingo posterior al de
Resurrección) como el “Domingo de la Misericordia
Divina”:
En
su
homilía, el Papa pronunció las siguientes
palabras:
“Así pues, es importante que acojamos
íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en
este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la
Iglesia se designará con el nombre de "Domingo de la Divina
Misericordia".
Con la institución de esta Fiesta, el Papa concluyó la tarea asignada por Nuestro Señor Jesús a Santa Faustina en Polonia, 69 años atrás, cuando en Febrero de 1931 le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia”.
Tal y como Jesús lo deseaba, esta Fiesta es enaltecida con la indulgencia plenaria: “El alma que acuda a la Confesión y que reciba la Santa Comunión, obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. Que ningún alma tema acercarse" (Diario 699).
“El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud” (Diario, 1448)
La Fiesta de la Divina Misericordia ocupa el primer lugar entre todos los elementos de la devoción a la Divina Misericordia pedida por Nuestro Señor a través de Santa Faustina. La voluntad del Señor respecto al establecimiento de esta Fiesta fue manifestada desde Sus primeras revelaciones a la Santa. En total, fueron catorce las revelaciones sobre esta Fiesta.
Con la institución de esta Fiesta, el Papa concluyó la tarea asignada por Nuestro Señor Jesús a Santa Faustina en Polonia, 69 años atrás, cuando en Febrero de 1931 le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia”.
Tal y como Jesús lo deseaba, esta Fiesta es enaltecida con la indulgencia plenaria: “El alma que acuda a la Confesión y que reciba la Santa Comunión, obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. Que ningún alma tema acercarse" (Diario 699).
“El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud” (Diario, 1448)
La Fiesta de la Divina Misericordia ocupa el primer lugar entre todos los elementos de la devoción a la Divina Misericordia pedida por Nuestro Señor a través de Santa Faustina. La voluntad del Señor respecto al establecimiento de esta Fiesta fue manifestada desde Sus primeras revelaciones a la Santa. En total, fueron catorce las revelaciones sobre esta Fiesta.
Esta Fiesta marcó la muerte del Papa
Juan
Pablo II. Nuestro Señor quiso darle gran importancia a
esta Fiesta, destacándola con la partida del Papa a la vida
eterna, por ser un gran promotor y difusor de la Misericordia, tanto
con su enseñanza como con su vida, ya que el mismo
afirmaba que “la Misericordia es la única esperanza
para el mundo”, tal y como Jesús lo manifestó. Juan
Pablo II había preparado un mensaje para que fuera
leído con motivo de la oración mariana del «Regina
Caeli» en ese Domingo de la Misericordia. El mensaje
póstumo,
fué leído tras la Misa en sufragio del Santo Padre en la
plaza de San Pedro del Vaticano.
La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742).
Con el fin de celebrar
apropiadamente esta
Fiesta, se recomienda rezar La
Coronilla y La Novena
a la Divina Misericordia (iniciando la Novena el Viernes Santo);
confesarse -para lo cual es indispensable realizar primero un buen
examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día
de la Fiesta de la Divina Misericordia.
Toda la vida terrena del Siervo de Dios Karol Wojtyla se ha desarrollado en la entrega a la Divina Misericordia y se ha concluído en la vigília de la Fiesta de este misterio, que él mismo había instituído. Gracias a su beatificación, que llevó a cabo su sucesor el Papa Benedicto XVI, el 1o de Mayo 2011, día de la Fiesta de la Misericordia, resplandeció de nuevo, de modo poderoso, la bondad de Dios hacia los hombres y continuará resplandeciendo, aún más, con la canonización de Juan Pablo II, tambien en la Fiesta de la Divina Misericordia, el 27 de Abril del año 2014, fecha elegida por el Papa Francisco.
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