La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que, por una gracia
especial de Dios, Ella fue preservada de todo pecado desde su concepción.
En el año 2014 se celebra el 160 aniversario de la Proclamación del Dogma de que María
fue concebida sin pecado original, sin mancha. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX
el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la
beatísima Virgen María fue preservada inmune de todo mancha de la culpa original en el
primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en
atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelado por
Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles ... "
Pío IX, bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de (1854)
La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia
orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida
humana. María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue
concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir, María es la "llena de
gracia" desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción no se
trata de la concepción de Jesús, quien, claro está, también fue concebido sin pecado.
"Dios inefable, (...) habiendo provisto desde toda la eternidad la ruina
lamentabilísima de todo el género humano que había de derivarse de la culpa de Adán, y
habiendo determinado, en el misterio escondido desde todos los siglos, culminar la primera
obra de su bondad por
medio de la encarnación del Verbo (...), eligió y señaló desde el principio y antes de
todos los siglos a su unigénito Hijo, una Madre, para que, hecho carne de Ella, naciese
en la feliz plenitud de los tiempos; y tanto la amó por encima de todas las criaturas,
que solamente en Ella se complació con señaladísima benevolencia
Como nos indican las anteriores palabras de Pío IX, la concepción inmaculada de la
Virgen María es un maravilloso misterio de amor. La Iglesia lo fue descubriendo poco a
poco, al andar de los tiempos. Hubieron de transcurrir siglos hasta que fuera definido
como dogma de fe.
Dirijamos, pues, nuestra mirada en este tiempo de Adviento a María, que preparó a
conciencia el primer y verdadero adviento. Nadie como Ella supo interpretar los signos de
los tiempos, sintiendo que el Señor estaba cerca, Ella oró como nadie con el Salmo 24:
"Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres
nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza"
Y cuando le fue propuesta la maternidad, nada menos que del mismísimo Hijo de Dios, no
quiso decir que no. Su vida fue un "sí "rotundo a los planes de Dios.
Siendo Ella, con su sí, quien propició que el Dios lejano se hiciera nuestro, y a partir
de la encarnación de su Hijo, Dios tuviera otro título que antes no tenía:
Emmanuel", el Dios con nosotros, el Salvador, el que puso su tienda entre nosotros.
Parece que de María tendríamos que explayarnos hasta la última semana de Adviento, pero
quién mejor que Ella para abrir y disponer los corazones para que esta Navidad no tenga
las características de ser sólo una fiesta más, o mejor la fiesta de las fiestas, donde
hay de todo, pero donde se siente muchas veces un vacío, no tanto por las cosas de las
que no se pudo disponer para la fiesta y el festejo, sino precisamente por no haber
dispuesto el corazón, para hacer ahí el Adviento, la llegada, la recepción y la acogida
para el recién nacido.
Navidad será entonces un festejo anticipado de la Pascua del Señor. Sin su encarnación,
no hubiera sido posible ni la entrega, ni la redención, ni la cruz; pero tampoco la
Resurrección y la vuelta de los hijos de Dios a la casa, al Reino, a los brazos amorosos
del buen Padre Dios. La Navidad nos hermanará en torno al Divino Niño, nos hará
compadecernos y enternecernos a la vista de quien se convierte en la presencia más
cercana del Dios de los Cielos, y de la tierra.
María es un signo anticipado: de limpieza, de belleza, de santidad, de perfección, de
plenitud, de vida nueva, de victoria pascual. Es un anticipo del ideal humano, del
proyecto que Dios había soñado para el hombre. Un modelo, por lo tanto, para cada
persona humana, para cada creyente, para la Iglesia, para la humanidad. Lo que tanto
soñamos y deseamos es posible, en María se ha realizado ya.
Alegre aurora. Cuando aparecen las primeras luces del día, cuando amanece o mañanea,
admiramos los tonos de color que vencen la oscuridad nocturna, Y nos alegramos. La luz,
además de ofrecernos claridad, nos llena de alegría. Así es la Virgen Inmaculada, suave
luz que anuncia victoria sobre el pecado y la muerte, señal segura de que se acerca el
día, buena noticia para todos los hijos de la noche, causa de nuestra alegría.
Alegría verdadera, porque nos garantiza salvación y victoria. Después de tantos
fracasos, después de tantas derrotas, por fin podemos levantar cabeza. El poder de las
tinieblas ha sido superado. En la madre aparece un punto de luz primero, como una flor,
pero la luz va creciendo hasta el encanto. Es un regalo, no sólo para los ojos, sino para
toda el alma.
Pero la aurora es un anuncio solamente, ella no tiene identidad propia, es una adelantada
de otra realidad original, que es el sol. La aurora no es el día, sino que lo anuncia, lo
prepara. Sus luces y colores no son propios, sino del sol. La aurora es algo relativo, sin
el sol nada sería. Así es María con relación a Cristo, nuestro día y nuestro sol.
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