Toda nuestra oración está
envuelta en el misterio. Un misterio que es luminoso. Es el misterio del Dios
encarnado que es capaz de amar con corazón humano.
A mí, el misterio de su
ternura me sugiere siempre, en los ratos de oración, que tenemos que
extasiarnos y admirarnos ante el amor. La ternura de Dios es la capacidad de
dejarse seducir por nosotros y de acercarse a nosotros en pobreza, para que no
le tengamos miedo, pues ahora su amor es como una gallina recogiendo a sus
polluelos; verdaderamente nos ha visitado “la entrañable misericordia de
nuestro Dios”.
+ Monseñor
Francisco Cerro Chaves
Obispo de
Coria-Cáceres
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