El mundo me arrastró por la fuerza hasta tu presencia. Me trató con una
dureza que me cuesta olvidar. Sin embargo, cuando te ví, todo se iluminó. Me
habían sorprendido los “fariseos de la vida” y me condenaban a morir “apedreada”
por todos los egoísmos.
Casi sin fuerzas, te vi que estabas sentado en el suelo y escribías…
Quizá eran mis renglones torcidos que Tú escribías derechos. En vez de piedras,
vi que Tú descargaste sobre mi tu ternura. Tu amor me perdonó y ahora…, cuando
todavía recuerdo la escena, inunda mi vida una alegría inexplicable como el
paso del Camino, hacia la Vida
verdadera.
“No peques más”…, pues esto sería no vivir… Es inexplicable tu Amor que
vuelve a mi con el ímpetu de enamorado. Tu Amor es distinto a todo lo que había
conocido… ¡Cómo podré pagar todo el bien que me has hecho!...
+ Mons Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres
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