jueves, 29 de enero de 2015
LAS DIEZ BENDICIONES DE JESÚS
LA CESTA DE LA COMPRA
Querido Dios, ¿Cómo
estás?
Te escribo para saludarte y para pedirte unos productos para la cesta de mi vida, pues los básicos con que me enviaste al mundo, se me han ido agotando a lo largo de estos años.
Por ejemplo, la paciencia se me acabó por completo, igual que la prudencia y la tolerancia.
Ya me quedan poquitas esperanzas y el frasquito de fe, está casi vacío. La imaginación también está escaseando.
También debes saber que hay cosas de la cesta que ya no necesito, como la dependencia y esa facilidad para tener "berrinches", que tantas molestias y problemas me han ocasionado.
Así que quisiera pedirte nuevos productos. Para empezar me gustaría que rellenaras los frascos de paciencia y tolerancia hasta el tope, y mándame por favor el curso intensivo "Cómo ser más prudente" , volúmenes 1, 2 y 3. ¡Ah! No olvides el tomo especial sobre la lealtad.
Envíame varias bolsas grandes de madurez que tanta falta me hace. También quisiera un saco de sonrisas, de esas que alegran el día a cualquiera.
Te pido que me mandes dos piedras grandes y pesadas para atarlas a mis pies y tenerlos siempre sobre la tierra.
Si tienes por ahí guardada una brújula para orientarme y tomar el camino correcto, te lo agradecería.
Regálame imaginación otra vez; pero no demasiada, porque debo confesar que en ocasiones tomé grandes cantidades y me pasé del límite.
Nuevas ilusiones y una triple ración de fe y esperanza también me vendrían fenomenal para seguir adelante.
Te pido una paleta de colores para pintar mi vida cuando la vea gris. Me sería muy útil un cubo de basura para tirar todo lo que me hace daño.
Por favor mándame un bote de "Betadine" y una cajita de tiritas para sanar mi corazón, porque ha tropezado bastante y tiene muchos raspones.
Te pido unos discos duros, porque tengo el cerebro lleno de información y necesito espacio para guardar más.
Te pido zanahorias para tener buena vista y no dejar pasar las oportunidades por no verlas.
Necesito un reloj grande, muy grande, para que cada vez que lo vea me acuerde de que el tiempo no se detiene, sino que corre y no debo desperdiciarlo.
Podrías mandarme muchísima fuerza y seguridad en mí mismo. Sé que voy a necesitarlas para soportar tiempos difíciles y para levantarme cuando caiga. También quisiera un bote de pastillas de las que hacen que crezca la fuerza de voluntad y el empeño, para que me vaya bien en la vida y te pido unas tres o cuatro toneladas de "ganas de vivir", para cumplir mis sueños.
Necesito una pluma con mucha tinta, para escribir todos mis logros y mis fracasos, para no olvidarlos y poder compartirlos.
Del amor no te hablo, porque si me concedes todos estos ingredientes, tendré lo necesario para verlo en cada uno de mis actos.
Pero más que nada, te pido que me des mucha vida para lograr todo lo que tengo en mente y para que el día que me vaya contigo, tenga mucho que llevarte y veas que no desperdicié el tiempo aquí en la Tierra.
Gracias por lo que me puedas dar y te agradezco el doble todo lo que me mandaste la primera vez.
Te escribo para saludarte y para pedirte unos productos para la cesta de mi vida, pues los básicos con que me enviaste al mundo, se me han ido agotando a lo largo de estos años.
Por ejemplo, la paciencia se me acabó por completo, igual que la prudencia y la tolerancia.
Ya me quedan poquitas esperanzas y el frasquito de fe, está casi vacío. La imaginación también está escaseando.
También debes saber que hay cosas de la cesta que ya no necesito, como la dependencia y esa facilidad para tener "berrinches", que tantas molestias y problemas me han ocasionado.
Así que quisiera pedirte nuevos productos. Para empezar me gustaría que rellenaras los frascos de paciencia y tolerancia hasta el tope, y mándame por favor el curso intensivo "Cómo ser más prudente" , volúmenes 1, 2 y 3. ¡Ah! No olvides el tomo especial sobre la lealtad.
Envíame varias bolsas grandes de madurez que tanta falta me hace. También quisiera un saco de sonrisas, de esas que alegran el día a cualquiera.
Te pido que me mandes dos piedras grandes y pesadas para atarlas a mis pies y tenerlos siempre sobre la tierra.
Si tienes por ahí guardada una brújula para orientarme y tomar el camino correcto, te lo agradecería.
Regálame imaginación otra vez; pero no demasiada, porque debo confesar que en ocasiones tomé grandes cantidades y me pasé del límite.
Nuevas ilusiones y una triple ración de fe y esperanza también me vendrían fenomenal para seguir adelante.
Te pido una paleta de colores para pintar mi vida cuando la vea gris. Me sería muy útil un cubo de basura para tirar todo lo que me hace daño.
Por favor mándame un bote de "Betadine" y una cajita de tiritas para sanar mi corazón, porque ha tropezado bastante y tiene muchos raspones.
Te pido unos discos duros, porque tengo el cerebro lleno de información y necesito espacio para guardar más.
Te pido zanahorias para tener buena vista y no dejar pasar las oportunidades por no verlas.
Necesito un reloj grande, muy grande, para que cada vez que lo vea me acuerde de que el tiempo no se detiene, sino que corre y no debo desperdiciarlo.
Podrías mandarme muchísima fuerza y seguridad en mí mismo. Sé que voy a necesitarlas para soportar tiempos difíciles y para levantarme cuando caiga. También quisiera un bote de pastillas de las que hacen que crezca la fuerza de voluntad y el empeño, para que me vaya bien en la vida y te pido unas tres o cuatro toneladas de "ganas de vivir", para cumplir mis sueños.
Necesito una pluma con mucha tinta, para escribir todos mis logros y mis fracasos, para no olvidarlos y poder compartirlos.
Del amor no te hablo, porque si me concedes todos estos ingredientes, tendré lo necesario para verlo en cada uno de mis actos.
Pero más que nada, te pido que me des mucha vida para lograr todo lo que tengo en mente y para que el día que me vaya contigo, tenga mucho que llevarte y veas que no desperdicié el tiempo aquí en la Tierra.
Gracias por lo que me puedas dar y te agradezco el doble todo lo que me mandaste la primera vez.
domingo, 25 de enero de 2015
LA VACUNA CONTRA EL CÁNCER
Es increíble la cantidad de gente que pide
oración por tumores malignos que sufren niños y adultos, hombres y mujeres. Es como si
la enfermedad se extendiera cada vez más, como siguiendo un invisible hilo conductor que
va anudando a toda la humanidad. Sin embargo, pocos piden oración por tumores del alma,
tumores espirituales, que también se derraman sobre el mundo como una catarata de lodo
que enturbia y oscurece, ahoga y mata.
Alguien me dijo una vez que es preferible tener un cáncer en el cuerpo, y no en el alma. Para mucha gente ésta frase sonará extraña, porque se conoce muy bien el cáncer de la carne, sin embargo es bastante desconocido el cáncer espiritual, en sus alcances y consecuencias. Nuestra pobre alma, a pesar de que nuestro cuerpo goce de vida plena, puede estar muerta, muerta a la Gracia. Por eso es que una conversión es siempre el milagro más grande, porque es simplemente una resurrección de nuestra alma, una vuelta a la vida de Gracia. Como nuestro cuerpo tiene vida, también nuestra alma la tiene, cuerpo y alma no pueden ser vistos por separado. Así se ve a muchas gentes que caminan y viven, pero sin embargo tienen el alma vacía, mortecina. Los cánceres espirituales han ido ahogando a esas almas, hasta quitarles toda vida, toda luz y mirada espiritual. Gente que vive una vida vacía, sin Dios, sin un pensamiento o movimiento hacia el deseo de amarlo, de reconocerlo, de agradarle, de conocer y hacer Su Voluntad.
El alma, igual que el cuerpo, debe ser alimentada con cuidado, y cuidada en forma diaria. Si al cuerpo se le da comida basura durante bastante tiempo, se enferma. Igual con el alma, sólo que la comida basura en este caso es lo que se ve en televisión, lo que se lee, lo que se aprende teniendo malas amistades. Si el cuerpo respira humo de cigarrillo, enferma en sus pulmones. Si el alma respira el humo de Satanás, pierde la capacidad de respirar el aire puro que trae el soplo del Espíritu Santo. Tumores que responden al propio descuido del hombre, a su falta de amor por su cuerpo, y su alma.
Cuando el cáncer ataca el cuerpo, y el alma está viva y saludable en la Gracia del Señor, se produce una unión con Dios en la seguridad del destino de gozo que esa alma tiene. La persona sufre miedos, dolores y tristezas humanas, pero una alegría espiritual envuelve su alma, en la visión anticipada del desposorio espiritual que se avecina. Cuando el cáncer ataca el alma, y el cuerpo está vivo y saludable, es poco lo que se nota a nivel humano. Sin embargo, esa persona está en peligro mortal, sujeta al riesgo supremo de que su cuerpo muera con su alma en ese estado, sin haber resucitado antes del tránsito ¡Difícil imaginar una situación más desesperante! Si, desesperante, porque esta alma no tiene esperanza, no se ha abierto a la Gracia que garantiza la promesa del Reino, más allá de las desventuras humanas que le toquen vivir.
Y finalmente, cuando el cáncer ataca cuerpo y alma a la vez, la persona se enoja con la vida, con Dios, con quienes la rodean. Por supuesto, si no hay esperanza, sólo queda la desesperación. Hay que dar ayuda a estas almas, para sanar el cáncer del cuerpo, pero fundamentalmente el del alma. Que en el dolor y la enfermedad la persona reconozca y recupere a Dios. Si el alma resucita, y la persona vuelve a sonreírle, a llorar, a pedirle, podrá pasar cualquier cosa al cuerpo, pero el alma estará salvada para toda la eternidad.
Hay muchas personas que sólo piensan en fiestas en las que todos beben, todos fuman, todos se adormecen con música que atonta. La publicidad nos vende un mundo de almas muertas. Veo la imagen de cuerpos vacíos, que se mueven y hablan, pero están vacíos espiritualmente. Estos cánceres espirituales son invisibles a los ojos humanos, como muchos tumores malignos del cuerpo también lo son. Hace falta buen diagnóstico para reconocerlos, a tiempo, y proceder a la terapia que intente una cura. Pero, irremediablemente, sin una cura efectiva ambos conducen a la muerte.
Mientras tanto, los cristianos tenemos la vacuna contra el cáncer espiritual guardada en nuestra casa, y no la damos a los enfermos ¡Tenemos la cura y no la compartimos con los demás! Para hacer las cosas más ridículas aún, ni siquiera usamos la vacuna en nosotros mismos. Nos estamos muriendo y la tenemos guardada allí, sin que nadie la utilice. Muchas veces tenemos ante nuestros ojos a nuestros propios hijos muriéndose de cáncer del alma, y ni siquiera movemos un dedo para darles la medicina. Somos tan necios, que pese a haber sido educados como médicos del alma, discípulos del Medico Salvador, no ejercemos la profesión de la que fuimos investidos en el Bautismo.
Está claro que es preferible un cáncer del cuerpo, que no mata el alma, y no un cáncer espiritual, que trae acarreada la muerte eterna. Un cáncer del cuerpo puede ser, en cambio, la puerta a la resurrección del alma. La medicina está a nuestro alcance: es la Palabra de Dios, Palabra de Amor que envuelve a todo el universo, que resucita y da vida, vida eterna.
Alguien me dijo una vez que es preferible tener un cáncer en el cuerpo, y no en el alma. Para mucha gente ésta frase sonará extraña, porque se conoce muy bien el cáncer de la carne, sin embargo es bastante desconocido el cáncer espiritual, en sus alcances y consecuencias. Nuestra pobre alma, a pesar de que nuestro cuerpo goce de vida plena, puede estar muerta, muerta a la Gracia. Por eso es que una conversión es siempre el milagro más grande, porque es simplemente una resurrección de nuestra alma, una vuelta a la vida de Gracia. Como nuestro cuerpo tiene vida, también nuestra alma la tiene, cuerpo y alma no pueden ser vistos por separado. Así se ve a muchas gentes que caminan y viven, pero sin embargo tienen el alma vacía, mortecina. Los cánceres espirituales han ido ahogando a esas almas, hasta quitarles toda vida, toda luz y mirada espiritual. Gente que vive una vida vacía, sin Dios, sin un pensamiento o movimiento hacia el deseo de amarlo, de reconocerlo, de agradarle, de conocer y hacer Su Voluntad.
El alma, igual que el cuerpo, debe ser alimentada con cuidado, y cuidada en forma diaria. Si al cuerpo se le da comida basura durante bastante tiempo, se enferma. Igual con el alma, sólo que la comida basura en este caso es lo que se ve en televisión, lo que se lee, lo que se aprende teniendo malas amistades. Si el cuerpo respira humo de cigarrillo, enferma en sus pulmones. Si el alma respira el humo de Satanás, pierde la capacidad de respirar el aire puro que trae el soplo del Espíritu Santo. Tumores que responden al propio descuido del hombre, a su falta de amor por su cuerpo, y su alma.
Cuando el cáncer ataca el cuerpo, y el alma está viva y saludable en la Gracia del Señor, se produce una unión con Dios en la seguridad del destino de gozo que esa alma tiene. La persona sufre miedos, dolores y tristezas humanas, pero una alegría espiritual envuelve su alma, en la visión anticipada del desposorio espiritual que se avecina. Cuando el cáncer ataca el alma, y el cuerpo está vivo y saludable, es poco lo que se nota a nivel humano. Sin embargo, esa persona está en peligro mortal, sujeta al riesgo supremo de que su cuerpo muera con su alma en ese estado, sin haber resucitado antes del tránsito ¡Difícil imaginar una situación más desesperante! Si, desesperante, porque esta alma no tiene esperanza, no se ha abierto a la Gracia que garantiza la promesa del Reino, más allá de las desventuras humanas que le toquen vivir.
Y finalmente, cuando el cáncer ataca cuerpo y alma a la vez, la persona se enoja con la vida, con Dios, con quienes la rodean. Por supuesto, si no hay esperanza, sólo queda la desesperación. Hay que dar ayuda a estas almas, para sanar el cáncer del cuerpo, pero fundamentalmente el del alma. Que en el dolor y la enfermedad la persona reconozca y recupere a Dios. Si el alma resucita, y la persona vuelve a sonreírle, a llorar, a pedirle, podrá pasar cualquier cosa al cuerpo, pero el alma estará salvada para toda la eternidad.
Hay muchas personas que sólo piensan en fiestas en las que todos beben, todos fuman, todos se adormecen con música que atonta. La publicidad nos vende un mundo de almas muertas. Veo la imagen de cuerpos vacíos, que se mueven y hablan, pero están vacíos espiritualmente. Estos cánceres espirituales son invisibles a los ojos humanos, como muchos tumores malignos del cuerpo también lo son. Hace falta buen diagnóstico para reconocerlos, a tiempo, y proceder a la terapia que intente una cura. Pero, irremediablemente, sin una cura efectiva ambos conducen a la muerte.
Mientras tanto, los cristianos tenemos la vacuna contra el cáncer espiritual guardada en nuestra casa, y no la damos a los enfermos ¡Tenemos la cura y no la compartimos con los demás! Para hacer las cosas más ridículas aún, ni siquiera usamos la vacuna en nosotros mismos. Nos estamos muriendo y la tenemos guardada allí, sin que nadie la utilice. Muchas veces tenemos ante nuestros ojos a nuestros propios hijos muriéndose de cáncer del alma, y ni siquiera movemos un dedo para darles la medicina. Somos tan necios, que pese a haber sido educados como médicos del alma, discípulos del Medico Salvador, no ejercemos la profesión de la que fuimos investidos en el Bautismo.
Está claro que es preferible un cáncer del cuerpo, que no mata el alma, y no un cáncer espiritual, que trae acarreada la muerte eterna. Un cáncer del cuerpo puede ser, en cambio, la puerta a la resurrección del alma. La medicina está a nuestro alcance: es la Palabra de Dios, Palabra de Amor que envuelve a todo el universo, que resucita y da vida, vida eterna.
Un nuevo año es una oportunidad
Hace apenas unas semanas hemos estrenado un nuevo año.
Un nuevo año es una oportunidad. Ha de ser celebrado
porque lo iniciamos con un corazón agradecido, ha de ser un tiempo de encuentro
donde tenga cabida la sorpresa, el milagro, el estupor. No es una esperanza
fortuita, ni producto de un juego de azar, sino es ir al encuentro del nuevo
tiempo en la esperanza, de la realización plena del amor de Dios.
Si el año que terminó lo hemos puesto en las manos
misericordiosas del Padre, pongamos en su
Providencia el año que acabamos de estrenar, que todos nuestros días que
están por venir estén confiados a la Divina Providencia del Señor, que, bien
sabemos, cada instante de nuestra vida depende totalmente de Dios. Es Él quien
nos cuida, es Él quien nos protege, quien nos provee de lo necesario para cada
día, pues cada día tiene lo necesario para que podamos descubrir Su amor y cada
día tiene su propio afán.
El amor de Dios se complace en hacer nuevas todas las
cosas.
Dios renueva constantemente el mundo; lo visible y lo
invisible.
También tú eres renovado, aunque no seas capaz de
verlo.
El amor de Dios se regocija en compartirse en cada
instante, es el mismo Amor que nos ha creado de la nada. Es Dios mismo que se
comparte con nosotros en cada instante especialmente en la Eucaristía. Por eso,
podemos aventurarnos ya desde este momento a desear y esperar un buen año y...
¡Que se realice como nuestro Padre Dios lo haya dispuesto!
Jesús Sánchez Adalid, Pbro.
viernes, 23 de enero de 2015
LECTURAS DEL DOMINGO, 25 DE ENERO DE 2015
Primera lectura
Lectura de la profecía de Jonás (3,1-5.10):
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla.
Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Palabra de Dios
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla.
Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 24,4-5ab.6-7bc.8-9
R/. Señor, enséñame tus caminos
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
R/. Señor, enséñame tus caminos
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7,29-31):
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Palabra de Dios
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,14-20):
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del domingo, 25 de enero de 2015
El domingo pasado vimos como se unían a Jesús los primeros discípulos dejando a Juan el Bautista. El evangelio de hoy nos da una versión bastante distinta, la escena es en Galilea, y es el mismo Jesús quien exige el abandono de las redes a cuatro pescadores que conformarán el primer grupo de apóstoles.
El anuncio es claro: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia”. Ha llegado el tiempo, estamos en el momento decisivo del parto, hay que nacer de nuevo, lo que supone una total renuncia y desprendimiento de sí, y ¡cuánto nos cuesta morir a lo viejo que está dentro de cada uno de nosotros! Ese tiempo nuevo se caracteriza por la presencia del Reino de Dios, el Reino es el mismo Jesús y desde la humildad la Iglesia debe anunciar la proximidad del Reino. A partir de Cristo, el Reino ha dejado de ser una utopía o un sueño; es una realidad que “ya está, pero todavía no”, a un paso de todo hombre sincero que desea cambiar de vida. Por eso la conversión, el Reino de Dios, entra en nuestra vida en la medida en que nos abrimos al anuncio de la Buena Noticia (la Palabra) y la ponemos en práctica.
Qué este anuncio supone una ruptura total con lo anterior lo confirma la llamada de Jesús mientras paseaba por el lago de Galilea. Parece no preocuparle la barca, las redes, o los padres de los pescadores, Él llama y su oferta es lo único importante. Dice: “Venid conmigo” y los cuatro le entienden, pues: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. Se los llama para “ser pescadores de hombres”, es decir: para invitar a todos los hombres a entrar en el Reino. Todos nosotros fuimos y somos llamados cada día al seguimiento y no es fácil convertirse cada día e ir dejando ciertas cosas. ¿Y el camino? El camino es el mismo Jesús: seguirlo es beber sus palabras, empaparse de su espíritu, vivir conforme a su estilo de vida. Está claro que el único modo de vivir la autenticidad como personas es el seguimiento de Cristo, él es el Reino. Y hay algo más: se nos invita a ser una comunidad, en Galilea Jesús inicia la formación de la comunidad cristiana que tendrá un largo y lento proceso.
La primera lectura de hoy nos cuenta algo parecido: Jonás es elegido para anunciar la conversión de Nínive “(Nínive era una ciudad enorme; tres días hacían falta para atravesarla)”. Puede que después de nuestra llamada nos preguntemos como Jonás ¿qué podemos hacer para llevar a nuestras ciudades modernas y tan paganas, el Reino de Dios? ¿Cómo ser en ellas pescadores de hombres? Y en ocasiones suena ridículo seguir a Jesús en un mundo que prefiere a sus ídolos de masas, sus espectáculos, el poder del dinero y las promesas fascinantes de una vida mejor. Pero Él empezó junto a un pequeño lago con cuatro pescadores a anunciar el Reino y eso dura hasta hoy. Liberémonos de nuestra cobardía y de la falta de confianza en el Evangelio, no podemos pensar que la Buena Noticia, el Reino, sea sólo una utopía y no tenga fuerza alguna en un mundo moderno tan lleno de falsas ideologías y mesianismos. ¡Es tiempo de ser misioneros!
Bien lo vivieron y entendieron Simón, Andrés, Santiago y Juan, gente sencilla y anónima. Tuvieron la suerte de encontrarse con Jesús y recibir esa noticia que les cambio la cabeza, el corazón y la vida, dejaron atrás todo lo que les ataba “y se marcharon con Él”. En este domingo celebramos la Infancia Misionera, los más pequeños desde el principio, deben estar decididos a construir un mundo mejor, a ayudar a quien lo necesite y a compartir con otros niños; quizás por ahí debe empezar nuestra tarea misionera.
PD: en la homilía si se ha celebrado significativamente la Semana de la Unidad, al ser hoy también la conversión de San Pablo, se puede hablar de su llamada e instar a ver que lo que anunciamos todos los cristianos, es el mismo Reino, el mismo Evangelio, en definitiva: el mismo Jesús.
LOS DIEZ SILENCIOS DE JESÚS
1. Nace en
silencio, en la noche y se hacer Palabra callada.
2. Nazaret
es su silencio por dentro para entregarse por fuera.
3. Silencio
del desierto antes de poner
en práctica las grandes convicciones de su Corazón.
4. Silencio ante aquella mujer
que quieren condenar injustamente y que la defiende con
sabiduría (cfr. Jn, 8)
5. Cuando
aquel atardecer contemplaba en silencio la
barca con sus amigos y caminó sobre las aguas.
6. Ante
Pilato que no le importaba la Verdad que tenía
delante.
7. En
Getsemaní hasta gritar
“Abbá”·
8. Subiendo
a la Cruz para dar la vida.
9. Morir
en silencio como una declaración de amor.
10. El silencio estalla en Vida aquel día de la Resurrección
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres
domingo, 18 de enero de 2015
NO TE COMPARES CON NADIE
El mundo en el que vivimos es muy dado a las
comparaciones. Desde pequeños nos comparan con otros niños y conscientes o no, se van
comparando nuestra forma de ser y de actuar.
La competitividad también nos obliga a comparar nuestras acciones y nuestra vida con la de los demás.
La publicidad y los medios de comunicación también nos ofrecen modelos sociales que nos obligan a estar continuamente comparándonos con los que nos rodean.
¿Qué debemos hacer ante estas situaciones en las que nos comparan y nos comparamos con los demás?
- Lo mejor es compararse con uno mismo. Pregúntate cómo estabas el año pasado por estas fechas y cómo estás ahora.
- Aprende a aceptar las diferencias personales. Cada persona es única y diferente. Siempre habrá personas con mejores y peores cualidades que tú.
- Aprende a disfrutar de las diferencias que posees e intenta aprender de las de los demás.
- No te creas los mensajes de perfección que se lanzan a través de los medios de comunicación. Nadie es perfecto, aunque en los anuncios se nos quiere hacer ver que sí, que existen personas completas en todos los sentidos.
- Busca en ti mismo qué aspectos puedes mejorar y hacer crecer. Seguro que tienes más de una cualidad dormidas esperando a salir. Desarrolla aspectos en los que siempre te hubiese gustado hacer algo. Si te sientes bien contigo mismo no necesitarás compararte con otros. Si quieres mejorar tu imagen externa puedes querer parecerte a quien sea, pero no te compares.
- Desarrolla tu autoestima a partir de tus propios valores y tu propia valía.
- Vive bien dentro de tu propia piel. Y plantéate ratos para superarte, sin mirar a otros.
- A pesar de que no nos comparemos con nadie no debemos olvidar que sí debemos ver nuestros fallos, limitaciones y debilidades para superarlas.
¿Todas las comparaciones son malas?
No. Hay comparaciones que son necesarias. Esto ocurre cuando tenemos una persona que nos sirve de modelo a seguir, siempre y cuando no menoscabe nuestra autoestima y tengamos claro en todo momento que, si bien en esa faceta es superior a nosotros, en algunas otras somos distintos y quizá mejores que ella.
Tampoco es conveniente las comparaciones que nos vayan a producir complejos, envidias, rechazo interior por nuestra parte. Esa comparación no es fruto de las ganas de crecer sino de la no aceptación personal. Tenemos que compararnos para crecer, no para hundirnos más en nuestra propia mediocridad.
Pídele al Señor crecer en la fe y crecer como persona.
La competitividad también nos obliga a comparar nuestras acciones y nuestra vida con la de los demás.
La publicidad y los medios de comunicación también nos ofrecen modelos sociales que nos obligan a estar continuamente comparándonos con los que nos rodean.
¿Qué debemos hacer ante estas situaciones en las que nos comparan y nos comparamos con los demás?
- Lo mejor es compararse con uno mismo. Pregúntate cómo estabas el año pasado por estas fechas y cómo estás ahora.
- Aprende a aceptar las diferencias personales. Cada persona es única y diferente. Siempre habrá personas con mejores y peores cualidades que tú.
- Aprende a disfrutar de las diferencias que posees e intenta aprender de las de los demás.
- No te creas los mensajes de perfección que se lanzan a través de los medios de comunicación. Nadie es perfecto, aunque en los anuncios se nos quiere hacer ver que sí, que existen personas completas en todos los sentidos.
- Busca en ti mismo qué aspectos puedes mejorar y hacer crecer. Seguro que tienes más de una cualidad dormidas esperando a salir. Desarrolla aspectos en los que siempre te hubiese gustado hacer algo. Si te sientes bien contigo mismo no necesitarás compararte con otros. Si quieres mejorar tu imagen externa puedes querer parecerte a quien sea, pero no te compares.
- Desarrolla tu autoestima a partir de tus propios valores y tu propia valía.
- Vive bien dentro de tu propia piel. Y plantéate ratos para superarte, sin mirar a otros.
- A pesar de que no nos comparemos con nadie no debemos olvidar que sí debemos ver nuestros fallos, limitaciones y debilidades para superarlas.
¿Todas las comparaciones son malas?
No. Hay comparaciones que son necesarias. Esto ocurre cuando tenemos una persona que nos sirve de modelo a seguir, siempre y cuando no menoscabe nuestra autoestima y tengamos claro en todo momento que, si bien en esa faceta es superior a nosotros, en algunas otras somos distintos y quizá mejores que ella.
Tampoco es conveniente las comparaciones que nos vayan a producir complejos, envidias, rechazo interior por nuestra parte. Esa comparación no es fruto de las ganas de crecer sino de la no aceptación personal. Tenemos que compararnos para crecer, no para hundirnos más en nuestra propia mediocridad.
Pídele al Señor crecer en la fe y crecer como persona.
Yo no soy mi miedo, soy yo en el silencio
Si me detengo durante un
momento en esta hora del día y guardo silencio, aflorarán dentro de mi muchos
sentimientos.
Tal vez haya decepciones,
heridas, pasiones, miedos... tal vez dudas. Por eso muchos huyen del silencio y
buscan el bullicio del mundo o la actividad desmedida. Quizás huyendo de sí
mismos para no encontrarse consigo.
Para saber quién soy debo
buscar el silencio, aunque sea de vez en cuando. Este silencio producirá en mi
varios estados. Primero me ayudará a encontrar la realidad que está oculta entre
tantos ruidos, ver qué se mueve en mi interior, qué me pasa, cómo estoy.
¿Tengo problemas de afecto o
soy yo mismo mis problemas? Mi miedo está ahí, es verdad, pero yo no soy mi
miedo.
Ahora veo que estoy
necesitado. Entonces me uno a Dios: Señor, te necesito, ven a mi.
Soy un ser pleno, tengo a
Dios, Él ya tiene resueltos mis problemas, es mi Padre, ¿qué he de temer?
Soy uno conmigo mismo y con
los demás, y con toda la creación. Ya no medito más en Dios porque estoy en Él.
Jesús Sánchez Adalid, Pbro.
sábado, 17 de enero de 2015
LA MURALLA DE NIEVE
Cuando comenzó el año 1814, las tropas de
suecos, cosacos, alemanes y rusos estaban a media hora de marcha de la ciudad de Sleswick.
Cada día, llegaban noticias terribles desde el campo sobre el comportamiento de los
soldados. Se pensaba que el ataque final llegaría la medianoche del 5 de enero, que se
acercaba.
En las afueras de la ciudad, en el lado por donde venían los enemigos, había una casa solitaria, y en ella había una anciana creyente, que estaba orando seriamente con las palabras de un antiguo himno, para que Dios levantase una muralla alrededor de ellos, de forma que el enemigo no pudiera atacarles. En esa misma casa vivían su hija, viuda, y su nieto, un joven de 20 años. Él oyó la oración de su abuela, y no pudo evitar decir que no comprendía cómo ella podía pedir algo tan imposible como que un muro se construyera alrededor de la casa para librarlos del enemigo. La anciana añadió:
- "Sin embargo, ¿piensas que si fuera la voluntad de Dios construir una muralla alrededor de nosotros, sería imposible para Él?
Llegó la terrible noche del 5 de enero y a la medianoche, los soldados empezaron a entrar en todos lados. La casa de la que hablábamos estaba cerca de la carretera, y era mayor que las casas que estaban cerca, que eran solo casas muy pequeñas. Sus habitantes miraban con ansias o temor cómo los soldados entraban en una y otra casa para pedir lo que quisieran; pero todos pasaron de largo de su casa.
Durante todo el día había habido una terrible nevada (la primera del invierno) y hacia la noche la tormenta se hizo tan violenta que apenas se reconocía con otros años.
Al final cuatro partidas de cosacos llegaron, porque la nieve no los dejaba entrar antes en la ciudad por otro camino. Esta parte de las afueras estaba un poco lejos de la ciudad misma. Las casas cercanas a donde vivía la anciana se vieron así llenas con 50 o 60 de estos hombres salvajes. Fue una noche terrible para los que vivían en esa parte de la ciudad, llena a rebosar con tropas enemigas. Pero ni un solo soldado entró en la casa de la abuela; y en medio de los gritos de alrededor ni siquiera se oyó un golpe en la puerta para asombro de la familia.
A la mañana siguiente, cuando salió el sol, vieron la causa. La tormenta había descargado una cantidad tal de nieve entre la carretera y la casa que no se podía llegar allí.
- "¿Ves ahora, hijo mío," -dijo la anciana- "que fue posible para Dios levantar una muralla alrededor de nosotros?".
En las afueras de la ciudad, en el lado por donde venían los enemigos, había una casa solitaria, y en ella había una anciana creyente, que estaba orando seriamente con las palabras de un antiguo himno, para que Dios levantase una muralla alrededor de ellos, de forma que el enemigo no pudiera atacarles. En esa misma casa vivían su hija, viuda, y su nieto, un joven de 20 años. Él oyó la oración de su abuela, y no pudo evitar decir que no comprendía cómo ella podía pedir algo tan imposible como que un muro se construyera alrededor de la casa para librarlos del enemigo. La anciana añadió:
- "Sin embargo, ¿piensas que si fuera la voluntad de Dios construir una muralla alrededor de nosotros, sería imposible para Él?
Llegó la terrible noche del 5 de enero y a la medianoche, los soldados empezaron a entrar en todos lados. La casa de la que hablábamos estaba cerca de la carretera, y era mayor que las casas que estaban cerca, que eran solo casas muy pequeñas. Sus habitantes miraban con ansias o temor cómo los soldados entraban en una y otra casa para pedir lo que quisieran; pero todos pasaron de largo de su casa.
Durante todo el día había habido una terrible nevada (la primera del invierno) y hacia la noche la tormenta se hizo tan violenta que apenas se reconocía con otros años.
Al final cuatro partidas de cosacos llegaron, porque la nieve no los dejaba entrar antes en la ciudad por otro camino. Esta parte de las afueras estaba un poco lejos de la ciudad misma. Las casas cercanas a donde vivía la anciana se vieron así llenas con 50 o 60 de estos hombres salvajes. Fue una noche terrible para los que vivían en esa parte de la ciudad, llena a rebosar con tropas enemigas. Pero ni un solo soldado entró en la casa de la abuela; y en medio de los gritos de alrededor ni siquiera se oyó un golpe en la puerta para asombro de la familia.
A la mañana siguiente, cuando salió el sol, vieron la causa. La tormenta había descargado una cantidad tal de nieve entre la carretera y la casa que no se podía llegar allí.
- "¿Ves ahora, hijo mío," -dijo la anciana- "que fue posible para Dios levantar una muralla alrededor de nosotros?".
Lecturas del domingo, 18 de enero de 2015
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel (3,3b-10. 19):
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Palabra de Dios
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 39,2.4ab.7.8-9.10
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R/.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
–como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R/.
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R/.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
–como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,13c-15a.17-20):
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Palabra de Dios
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del domingo, 18 de enero de 2015
Queridos hermanos:
El Evangelio de este domingo y el del siguiente son relatos de vocación, el de hoy se centra en el encuentro con Jesús. Cada uno de nosotros, como Samuel, Juan, Andrés o Pedro, hemos descubierto a Jesús que se cruzó en nuestro camino. Entonces pasamos de lo conocido, lo seguro, al mundo de lo desconocido, lo nuevo: “serían las cuatro de la tarde”, es preciso recordar de vez en cuando aquel momento. Sin un: “¿dónde vives?”, sin la seducción de seguirle, no hay discípulo. Sabíamos poco, Él nos dijo: “Venid y veréis” y en eso estamos. Hemos de hacernos con una experiencia de encuentro con Jesús para ser cristianos.
“Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día”, hay algo que les preocupa a los dos discípulos: dónde vive Jesús. Es decir: qué piensa, qué hace, qué proyectos tiene… Para eso hay que ir y ver; hay que moverse, salir de uno mismo; hay que palpar, experimentar. Nada de doctrinas, es una experiencia personal, es convivir con él y quedarse con él. El resto vendrá con el tiempo: escuchar su palabra, interpretar sus gestos, asumir su destino, vivir su estilo de vida… y se tratará de seguirle, no de imitarle, que es imposible. Quizás ya llevamos varios años siguiendo a Jesús y estamos como Samuel a quien “el Señor no le había revelado su Palabra”, por eso Elí nos dice: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Este es el proceso normal de la fe: lanzarse hacia delante e iniciar un camino nuevo, pero sin toda esa seguridad de un mundo ya pensado, hecho y terminado. Estamos en el tiempo de ver, pensar, meditar, comparar, analizar, enjuiciar, decidirse, equivocarse y volver a comenzar. Es momento de descubrir la Palabra de Dios revelada en Cristo; ni el catecismo, ni las predicaciones, ni los libros teológicos, pueden suplir a la llamada que debemos escuchar en el interior de nuestra vida.
Andrés, hermano de Simón, le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” y lo llevó a Jesús. Y es qué, sí conocer a Jesús es lo mejor que nos ha pasado, debemos trasmitírselo a todos. La comunidad cristiana no se forma por una llamada espectacular, sino que la mayoría de las veces se hace presente allí donde la gente busca la vida. Es Jesús quien llama, pero por intermedio de otros discípulos, por mediación de las personas que lo siguen, por eso la importancia de nuestro testimonio, de llevar a otros a ver a Jesús. Por cierto, este Maestro no se queda en su casa, nos dirá más adelante que no tiene donde reclinar su cabeza; mira adónde vas y a quién llevas, el camino será largo. Dime dónde vives, con quién te juntas, y te diré qué es lo que buscas. La mejor referencia, en el camino de la vida, son los caminantes que saben adónde van. No encontraras seguridades, sólo la certeza de que estas habitado, acompañado en las dificultades y alegrías de tu camino personal.
Así llegamos al final: “Jesús se le quedó mirando y le dijo: Tú eras Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)”. Lo miró y lo cambió el nombre, descubriendo todo lo que había en él de inexplorado y no aprovechado. Cada uno de nosotros fue llamado de forma distinta; uno a uno fuimos elegidos para formar parte de la comunidad de los cristianos, la experiencia es personal, pero se vive con otros. Y aquí estamos en la comunidad del seguimiento, recordándonos unos a otros, qué un día nos miró y comenzamos el camino. Sigue poniéndote a tiro, sigue buscando, acogiendo, que su música suene dentro y bailaras por las noches debajo de las estrellas, con todos tus amigos, al ritmo del Evangelio. Nos llama por nuestros nombres: Paco, María, Ana…, para formar el Pueblo de Dios y proclamar el Reino.
PD: Este domingo de celebra la Jornada Mundial de Migrante con el lema: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” y comienza también la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
El Evangelio de este domingo y el del siguiente son relatos de vocación, el de hoy se centra en el encuentro con Jesús. Cada uno de nosotros, como Samuel, Juan, Andrés o Pedro, hemos descubierto a Jesús que se cruzó en nuestro camino. Entonces pasamos de lo conocido, lo seguro, al mundo de lo desconocido, lo nuevo: “serían las cuatro de la tarde”, es preciso recordar de vez en cuando aquel momento. Sin un: “¿dónde vives?”, sin la seducción de seguirle, no hay discípulo. Sabíamos poco, Él nos dijo: “Venid y veréis” y en eso estamos. Hemos de hacernos con una experiencia de encuentro con Jesús para ser cristianos.
“Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día”, hay algo que les preocupa a los dos discípulos: dónde vive Jesús. Es decir: qué piensa, qué hace, qué proyectos tiene… Para eso hay que ir y ver; hay que moverse, salir de uno mismo; hay que palpar, experimentar. Nada de doctrinas, es una experiencia personal, es convivir con él y quedarse con él. El resto vendrá con el tiempo: escuchar su palabra, interpretar sus gestos, asumir su destino, vivir su estilo de vida… y se tratará de seguirle, no de imitarle, que es imposible. Quizás ya llevamos varios años siguiendo a Jesús y estamos como Samuel a quien “el Señor no le había revelado su Palabra”, por eso Elí nos dice: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Este es el proceso normal de la fe: lanzarse hacia delante e iniciar un camino nuevo, pero sin toda esa seguridad de un mundo ya pensado, hecho y terminado. Estamos en el tiempo de ver, pensar, meditar, comparar, analizar, enjuiciar, decidirse, equivocarse y volver a comenzar. Es momento de descubrir la Palabra de Dios revelada en Cristo; ni el catecismo, ni las predicaciones, ni los libros teológicos, pueden suplir a la llamada que debemos escuchar en el interior de nuestra vida.
Andrés, hermano de Simón, le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” y lo llevó a Jesús. Y es qué, sí conocer a Jesús es lo mejor que nos ha pasado, debemos trasmitírselo a todos. La comunidad cristiana no se forma por una llamada espectacular, sino que la mayoría de las veces se hace presente allí donde la gente busca la vida. Es Jesús quien llama, pero por intermedio de otros discípulos, por mediación de las personas que lo siguen, por eso la importancia de nuestro testimonio, de llevar a otros a ver a Jesús. Por cierto, este Maestro no se queda en su casa, nos dirá más adelante que no tiene donde reclinar su cabeza; mira adónde vas y a quién llevas, el camino será largo. Dime dónde vives, con quién te juntas, y te diré qué es lo que buscas. La mejor referencia, en el camino de la vida, son los caminantes que saben adónde van. No encontraras seguridades, sólo la certeza de que estas habitado, acompañado en las dificultades y alegrías de tu camino personal.
Así llegamos al final: “Jesús se le quedó mirando y le dijo: Tú eras Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)”. Lo miró y lo cambió el nombre, descubriendo todo lo que había en él de inexplorado y no aprovechado. Cada uno de nosotros fue llamado de forma distinta; uno a uno fuimos elegidos para formar parte de la comunidad de los cristianos, la experiencia es personal, pero se vive con otros. Y aquí estamos en la comunidad del seguimiento, recordándonos unos a otros, qué un día nos miró y comenzamos el camino. Sigue poniéndote a tiro, sigue buscando, acogiendo, que su música suene dentro y bailaras por las noches debajo de las estrellas, con todos tus amigos, al ritmo del Evangelio. Nos llama por nuestros nombres: Paco, María, Ana…, para formar el Pueblo de Dios y proclamar el Reino.
PD: Este domingo de celebra la Jornada Mundial de Migrante con el lema: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” y comienza también la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
miércoles, 14 de enero de 2015
3 actitudes básicas en nuestra vida: Confianza, Optimismo y Fortaleza
Diálogo con Jesús
Amado Jesús, Señor mío y dueño de mi alma, sé que también a mí me miras con cariño, también a mí me quieres feliz: por eso, aunque parezca que cada día me exiges más y más, sólo quieres que yo sea libre en verdad, que nada ni nadie, fuera de Ti, me domine. Tú quieres ser mi único Dios y Señor. Yo también quiero que Tú seas el Único para mí. Pongo toda mi confianza en Ti, no en el falso dios del dinero y la abundancia Material, ya que eso es algo pasajero pero Tú, Señor mío, eres eterno.
* Meditación: "3 actitudes básicas en nuestra vida: Confianza, Optimismo y Fortaleza"
Debemos hacer, que en nuestra vidia diaria, las siguientes 3 actitudes básicas fundamentales, siempre estén presente en cada momento que nos acompañe:
1.- Confianza: somos seres inteligentes, capaces, dotados de cualidades importantes, luchadores que no nos damos por vencidos, seres con experiencia… por todo ello, tenemos que confiar en nosotros y en lo que podemos lograr como hijos de Dios. Hay alrededor personas que nos aman y están dispuestas a ayudarnos y tenemos también que confiar en ellas, claro que la mayor confianza debe estar puesta en Dios. Él nos ama, nos bendice y nos impulsa, siempre nos provee de nuevas oportunidades.
2.- Optimismo: No podemos iniciar nuestros proyectos creyendo que en cualquier momento va a salir mal, no podemos dejar que sólo las situaciones difíciles y negativas sean las que predominen en nuestra mirada de la vida. Debemos tener esperanza. Tienes que decirte: “Voy a lograr mi objetivos, saldré adelante frente a cada problema que tenga” Tienes que sentir que el optimismo llena todos los músculos de tu cuerpo y te prepara para dar lo mejor de ti. No esperes que otro te motive a creer y confiar en que triunfarás, sé tú mismo el primero en creerlo y decírtelo.
3.- Fortaleza: siempre hay problemas, siempre resbalamos y hasta nos caemos. No esperes un tiempo sin ningún problema, eso no es posible. Tienes que estar listo desde ya a enfrentarlos con fortaleza y a vencerlos. No puedes ser inconstante si quieres obtener los resultados que esperas. Claro, todo esto en una buena relación con el Señor Jesús, el dueño de la vida. Que sea Él quien te inspire y te ayude a no darte por vencido ante ninguna situación
Oración
Señor Jesús, te imploro y acudo a tu santo nombre para que en este momento llenes de tu Espíritu Santo a esta persona y la prepares para que haga de este día y todos los días, un tiempo de bendición. Amén.
Amado Jesús, Señor mío y dueño de mi alma, sé que también a mí me miras con cariño, también a mí me quieres feliz: por eso, aunque parezca que cada día me exiges más y más, sólo quieres que yo sea libre en verdad, que nada ni nadie, fuera de Ti, me domine. Tú quieres ser mi único Dios y Señor. Yo también quiero que Tú seas el Único para mí. Pongo toda mi confianza en Ti, no en el falso dios del dinero y la abundancia Material, ya que eso es algo pasajero pero Tú, Señor mío, eres eterno.
* Meditación: "3 actitudes básicas en nuestra vida: Confianza, Optimismo y Fortaleza"
Debemos hacer, que en nuestra vidia diaria, las siguientes 3 actitudes básicas fundamentales, siempre estén presente en cada momento que nos acompañe:
1.- Confianza: somos seres inteligentes, capaces, dotados de cualidades importantes, luchadores que no nos damos por vencidos, seres con experiencia… por todo ello, tenemos que confiar en nosotros y en lo que podemos lograr como hijos de Dios. Hay alrededor personas que nos aman y están dispuestas a ayudarnos y tenemos también que confiar en ellas, claro que la mayor confianza debe estar puesta en Dios. Él nos ama, nos bendice y nos impulsa, siempre nos provee de nuevas oportunidades.
2.- Optimismo: No podemos iniciar nuestros proyectos creyendo que en cualquier momento va a salir mal, no podemos dejar que sólo las situaciones difíciles y negativas sean las que predominen en nuestra mirada de la vida. Debemos tener esperanza. Tienes que decirte: “Voy a lograr mi objetivos, saldré adelante frente a cada problema que tenga” Tienes que sentir que el optimismo llena todos los músculos de tu cuerpo y te prepara para dar lo mejor de ti. No esperes que otro te motive a creer y confiar en que triunfarás, sé tú mismo el primero en creerlo y decírtelo.
3.- Fortaleza: siempre hay problemas, siempre resbalamos y hasta nos caemos. No esperes un tiempo sin ningún problema, eso no es posible. Tienes que estar listo desde ya a enfrentarlos con fortaleza y a vencerlos. No puedes ser inconstante si quieres obtener los resultados que esperas. Claro, todo esto en una buena relación con el Señor Jesús, el dueño de la vida. Que sea Él quien te inspire y te ayude a no darte por vencido ante ninguna situación
Oración
Señor Jesús, te imploro y acudo a tu santo nombre para que en este momento llenes de tu Espíritu Santo a esta persona y la prepares para que haga de este día y todos los días, un tiempo de bendición. Amén.
lunes, 12 de enero de 2015
Para encontrar la luz
El sufrimiento es un misterio que se esconde en la
propia esencia de la vida esperando saltar a cada paso del camino.
Ante la prueba, ante el dolor, cada uno siente la
tentación de sucumbir como si todo estuviera perdido. Se apagan
repentinamente las luces de la razón y
del entendimiento y la vida empieza a adquirir un color oscuro y triste. Pero
la respuesta al sufrimiento es siempre personal, intransferible, cada uno tiene
que encontrarla.
Para el creyente la oración es un camino que nos
conduce a encontrar la luz. Él es el
motivo de toda confianza, el manantial de toda esperanza en el día de la
oscuridad y de la prueba.
Dios no es indiferente ante el bien y el mal, es un
Dios bueno y no un hado oscuro, indescifrable y misterioso. Por eso, aunque el
aparente triunfo de la dificultad puede inducir a desfallecer, al desaliento,
el verdadero creyente sabe que Dios lo librará de todo mal, pues Dios ama el
bien. Ama infinitamente el bien.
Jesús
Sánchez Adalid, Pbro.
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