El sufrimiento es un misterio que se esconde en la
propia esencia de la vida esperando saltar a cada paso del camino.
Ante la prueba, ante el dolor, cada uno siente la
tentación de sucumbir como si todo estuviera perdido. Se apagan
repentinamente las luces de la razón y
del entendimiento y la vida empieza a adquirir un color oscuro y triste. Pero
la respuesta al sufrimiento es siempre personal, intransferible, cada uno tiene
que encontrarla.
Para el creyente la oración es un camino que nos
conduce a encontrar la luz. Él es el
motivo de toda confianza, el manantial de toda esperanza en el día de la
oscuridad y de la prueba.
Dios no es indiferente ante el bien y el mal, es un
Dios bueno y no un hado oscuro, indescifrable y misterioso. Por eso, aunque el
aparente triunfo de la dificultad puede inducir a desfallecer, al desaliento,
el verdadero creyente sabe que Dios lo librará de todo mal, pues Dios ama el
bien. Ama infinitamente el bien.
Jesús
Sánchez Adalid, Pbro.
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