El mundo en el que vivimos es muy dado a las
comparaciones. Desde pequeños nos comparan con otros niños y conscientes o no, se van
comparando nuestra forma de ser y de actuar.
La competitividad también nos obliga a comparar nuestras acciones y nuestra vida con la
de los demás.
La publicidad y los medios de comunicación también nos ofrecen modelos sociales que nos
obligan a estar continuamente comparándonos con los que nos rodean.
¿Qué debemos hacer ante estas situaciones en las que nos comparan y nos comparamos con
los demás?
- Lo mejor es compararse con uno mismo. Pregúntate cómo estabas el año pasado por estas
fechas y cómo estás ahora.
- Aprende a aceptar las diferencias personales. Cada persona es única y diferente.
Siempre habrá personas con mejores y peores cualidades que tú.
- Aprende a disfrutar de las diferencias que posees e intenta aprender de las de los
demás.
- No te creas los mensajes de perfección que se lanzan a través de los medios de
comunicación. Nadie es perfecto, aunque en los anuncios se nos quiere hacer ver que sí,
que existen personas completas en todos los sentidos.
- Busca en ti mismo qué aspectos puedes mejorar y hacer crecer. Seguro que tienes más de
una cualidad dormidas esperando a salir. Desarrolla aspectos en los que siempre te hubiese
gustado hacer algo. Si te sientes bien contigo mismo no necesitarás compararte con otros.
Si quieres mejorar tu imagen externa puedes querer parecerte a quien sea, pero no te
compares.
- Desarrolla tu autoestima a partir de tus propios valores y tu propia valía.
- Vive bien dentro de tu propia piel. Y plantéate ratos para superarte, sin mirar a
otros.
- A pesar de que no nos comparemos con nadie no debemos olvidar que sí debemos ver
nuestros fallos, limitaciones y debilidades para superarlas.
¿Todas las comparaciones son malas?
No. Hay comparaciones que son necesarias. Esto ocurre cuando tenemos una persona que nos
sirve de modelo a seguir, siempre y cuando no menoscabe nuestra autoestima y tengamos
claro en todo momento que, si bien en esa faceta es superior a nosotros, en algunas otras
somos distintos y quizá mejores que ella.
Tampoco es conveniente las comparaciones que nos vayan a producir complejos, envidias,
rechazo interior por nuestra parte. Esa comparación no es fruto de las ganas de crecer
sino de la no aceptación personal. Tenemos que compararnos para crecer, no para hundirnos
más en nuestra propia mediocridad.
Pídele al Señor crecer en la fe y crecer como persona.
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