Ninguno camina solo y ninguno de nosotros puede pensar que está solo porque está siempre este compañero.
A propósito, cuando nosotros no queremos
escuchar su consejo, escuchar su voz, es como decirle: ´¡Pero, vete!´
Echar al compañero de camino es peligroso, porque ningún hombre, ninguna
mujer puede aconsejarse a sí mismo. Yo puedo aconsejar a otro, pero no
aconsejarme a mí mismo. Está el Espíritu Santo que me aconseja, está el ángel que me aconseja.
Por esto, lo necesitamos. Esta no es una doctrina sobre ángeles un poco
fantasiosa: no, es realidad. Lo que Jesús, Dios, ha dicho: "Yo mando
ángeles delante de ti para cuidarte, para acompañarte en el camino, para
que no te equivoques".
¿Cómo es la relación con mi ángel de la guarda? ¿Lo escucho? ¿Le digo buenos días por la mañana? ¿Le digo ´cuídame durante el sueño´? ¿Hablo con él? ¿Le pido consejo?"
Los invito a preguntarse cómo es la
relación con este ángel que el Señor nos manda para cuidarnos y
acompañarnos en el camino, y que ve siempre el rostro del Padre que está
en el cielo.
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