jueves, 28 de agosto de 2014

DOMINGO XXIII T. ORDINARIO



Situémonos

Si miras por tu hermano,
habrás salvado su vida y la tuya”



                        El profeta debe denunciar el mal y al malvado para que pueda convertirse (Ezequiel 33,7-9).

                Jesús establece un proceso en la corrección fraterna: primero el diálogo, después los testigos, finalmente llevar el caso a la comunidad. No sirve lo de “decirle cuatro palabritas” o “cantar las cuarenta”. No debe ser hacerse porque irrita, ni por ser “martillo de herejes”. Como hermanos, somos responsables unos de otros. Nos debería doler, como en carne propia, el mal camino del hermano, y desear, porque le queremos, su bien. Por eso, nos acercamos a él y le ayudamos para que enmiende su camino, porque deseamos su felicidad. ¡Qué gran don y signo de amor es la corrección fraterna! (Mateo 18,15-20).

        Porque todos los mandamientos, han de estar impulsados por el amor al prójimo (Romanos 13,8-10).

        Así que atentos a la voz de Dios y del hermano: “Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis vuestro corazón» (Sal 94,1-2. 6-7. 8-9).





































Abramos el corazón



Hazlo...., pero con amor”



Si los defectos dificultan mi camino,

ayúdame a superarlos, pero con amor.

Si avanzo en la dirección equivocada,

indícame el camino…., pero con amor.

Si algo de mí no te gusta y te hiere,

házmelo saber….pero con amor.

Si mi vida se dispara hacia un túnel sin salida

adviértemelo…., pero con amor.

Si soy egoísta o vanidoso, si la envidia no me deja ser feliz,

si tengo mil vicios o caídas, dímelo…., pero con amor.

Si no soy como tengo que ser, no quieras que sea como tú,

pero si tú vives en la verdad y yo en la mentira,

dime cómo se sale de ella…., pero con amor.

Si me falta corazón y caridad,

reza por mí….., pero hazlo con amor.

Si estoy mal conmigo mismo y con los demás,

si me encuentro agarrotado por la soberbia,

si hace tiempo que perdí el norte de mi existir,

mírame a los ojos…., pero hazlo con amor.

Si pensamos de forma diferente,

si crees que podemos caminar juntos, si todavía confías en mí,

lo intentaremos de nuevo….., pero con amor.

Una cosa te digo:

Si piensas que sólo soy yo el que fallo;

si crees que sólo soy yo el falto de caridad;

si crees que tú eres el santo, el bueno y el sabio,

no me digas entonces nada…

Porque entonces es cuando me daré cuenta

que tú tampoco dejas actuar a Dios.

Dime lo que quieras…, pero eso sí…hazlo con amor. Amén.

Javier Leoz


Meditemos



“todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo



           La corrección fraterna supone mirada limpia y profunda, encuentro fraterno, y opción por el prójimo.

         El Evangelio muestra la actitud que debe existir en la comunidad: misericordia como la del Padre. La comunidad es grupo de hermanos en el que las murallas de clases sociales, prejuicios, privilegios, se han de derribar para que nazca la comunidad.

         Jesús nos anima a ayudarnos mutuamente a ser mejores. Es una invitación a reflexionar sobre nuestras relaciones con los demás. ¿Estamos más habituados al lenguaje de la responsabilidad y la culpa que al del amor y la gratuidad?

         La comunidad de Jesús no está formada por “buenos y malos”, “perdonados y perdonadores”, “jueces y reos”, sino por hermanos que se quieren y se ayudan. ¿Los grupos, las parroquias, son la comunidad que Jesús pensaba y quería?

         Jesús habla de “atar o desatar”. De nosotros depende. Jesús apostó por “atar” su vida a las personas empobrecidas, enfermas, víctimas de la corrupción y de la injusticia, “desatándolas” de todo tipo de exclusión y opresión. Su vida es signo de acogida, liberación y perdón. Modelo y ejemplo para la nuestra.

         El encuentro fraterno, siendo plenamente humano (“ponerse de acuerdo”), es signo eficaz de la presencia liberadora de Jesús. En la oración y por la oración aprendemos a vivir en confianza incondicional. Nos convertimos en cauce de la presencia, acogida, solidaridad, ternura... de Jesús, los unos para los otros. Nuestra tarea es ayudarnos mutuamente a ser personas más humanas, más libres y más felices, caminando juntos hacia la fraternidad universal.




Pensemos



“San Francisco y la corrección”

(Leyenda de Perusa, 106, resumido)



            Uno de sus compañeros le habló en cierta ocasión:

- «Padre, perdóname, porque lo que voy a decirte. Tú sabes cómo en tiempos anteriores los hermanos observaban con celo y fervor cuanto se refiere a nuestra profesión. Ahora bien, desde hace poco tiempo esta pureza se ha deteriorado. Viendo todo esto, creemos que te disgusta; pero estamos sorprendidos de cómo lo soportas y no lo corriges, si es que te disgusta».

         El bienaventurado Francisco respondió:

- «Hermano, que el Señor te perdone por haber intentado mezclarme en cuestiones que no son de mi incumbencia».

         Y añadió:

- «Mientras tuve el gobierno de los hermanos, ellos permanecieron fieles a su vocación. Pero cuando me apercibí de que ni mis consejos ni mi modo de vivir les apartaban del mal camino, entonces puse la Religión en manos del Señor y de los ministros».

         Y dijo:- «Mi cargo es espiritual: estar sobre los hermanos para corregir los vicios. Y, si no puedo enmendarlos con mis exhortaciones y mi ejemplo, no quiero convertirme en verdugo que castigue y flagele, como hacen los poderes de este mundo. Sin embargo, hasta el día de mi muerte no cesaré de enseñar con mi ejemplo cómo han de marchar los hermanos por el camino que el Señor me mostró, y que yo les mostré a fin de que no hallen excusa delante del Señor, ni yo tenga que rendir cuentas más tarde ante Dios ni de ellos ni de mí mismo».



“No quiero convertirme en verdugo que castigue y flagele”.




Pensemos



La corrección”



            Una leyenda cuenta que el emperador estaba de caza: al ir a buscar un ave que había caído en un maizal, quedó admirado del cultivo; se olvidó de la presa y se dedicó a recoger las magníficas mazorcas.

        De pronto, aparece el dueño y se sorprende al ver al mismísimo emperador frente a él. En tono grave lo interpela:

- ¡Yo no sabía que el emperador robase!

        El soberano sin argumentos le respondió:

- Tienes razón al decirme esto; te devuelvo las mazorcas.

        Pero el campesino, con una sonrisa, le dice:

- Majestad, es una broma. No tiene que devolverme nada. Es un honor que se lleve los frutos de mi trabajo.

El emperador insistía en devolverlas y el súbdito que se las quedase. Finalmente el emperador dijo:

- Está bien: yo recibo tus mazorcas como un regalo, pero tú tendrás que aceptar un obsequio de mi parte. Te doy mi capa. El campesino aceptó la prenda. El monarca, apenas llega al palacio, convoca a su corte y con rostro afligido les dice:

- Hoy ha ocurrido algo terrible: al internarme en un maizal, salió a mi encuentro un hombre y me robó la capa.

        Todos exclamaron:

- ¡Es reo de muerte!

- ¡Vayan  a buscarlo!, dijo el emperador.

        Al rato aparece el acusado, temblando de pánico.

        El emperador, entonces, se dirige a sus ministros:

- ¿Veis a este hombre? Él vale más que todos vosotros. Porque hasta ahora nadie se atrevió a corregirme, a decirme la verdad sobre mi conducta. Él lo hizo. Por eso, a partir de ahora, quiero que esté siempre a mi lado y siga corrigiéndome.

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