Santa
Faustina sufrió la mayor parte de su noviciado constantes combates
interiores. No podía meditar ni sentir la presencia de Dios. Sufrió
fuertes tormentos y tentaciones, aún estando en la capilla. En mas de
una ocasión, estando en la Santa Misa, sintió que blasfemaba contra
Dios, no sentía contento con nada. Hasta las verdades mas simples sobre la fe le eran difícil de comprender.
Durante todo este tiempo Santa Faustina no estuvo sola, tuvo la ayuda
de su Maestra de Novicias, Sor Joseph Brzoza quien veía en ella grandes
gracias venidas de Dios. Aunque Santa Faustina se sentía en ese momento
totalmente abandonada por Dios, Sor Joseph le decía: "sepa querida
hermana que Dios quiere tenerla bien cerca de El en el Cielo. Tenga gran
confianza en Jesús."
Alma Víctima
Durante su tercer
año de noviciado le fue revelado lo que era ser Alma Víctima. Anota ella
en su diario: "El sufrir es una gracia grande; a través del sufrimiento
el alma se hace como la del Salvador; en el sufrimiento el amor se
cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor". (57)
Sor Faustina se ofreció como víctima por los pecadores y con este
propósito experimentó diversos sufrimientos para salvar las almas a
través de ellos. Durante una hora particular de adoración, Dios le
reveló a Santa Faustina todo lo que ella tendría que sufrir: falsas
acusaciones, la pérdida del buen nombre, y mucho más. Cuando la visión
terminó, un sudor frío bañó su frente. Jesús le hizo saber que aún
cuando ella no diere su consentimiento a esto, ella se salvaría y El no
disminuiría Sus gracias y seguiría manteniendo una relación íntima con
ella. La generosidad de Dios no disminuiría para nada. Consciente de que
todo el misterio dependía de ella, consintió libremente al sacrificio
en completo uso de sus facultades. Luego escribió lo siguiente en su
diario: “De repente, cuando había consentido a hacer el sacrificio con
todo mi corazón y todo mi entendimiento; la presencia de Dios me cubrió,
me parecía que me moría de amor a la vista de su mirada.”
Durante la Cuaresma de ese mismo año, 1933, experimentó en su propio
cuerpo y corazón la Pasión del Señor, recibiendo invisiblemente las
estigmas. Únicamente su confesor lo conoció. Ella lo narra así: "Un día
durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me
envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis
manos, en mis pies, y en mi costado, y sentí el dolor de la corona de
espinas, pero esto fue sólo por un tiempo bien corto."
Tiempo
más tarde, cuando Santa Faustina se enfermó de Tuberculosis, experimentó
nuevamente los sufrimientos de la Pasión del Señor repitiéndose todos
los Viernes y algunas veces cuando se encontraba con un alma que no
estaba en estado de gracia. Aunque esto no era muy frecuente; los
sufrimientos eran dolorosos y de corta duración, no los hubiera
soportado sin una gracia especial de Dios
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