El Papa y los peregrinos echaban de menos las audiencias generales, suspendidas durante el mes de julio, y la primera de agosto se convirtió en una fiesta de reencuentro familiar. El tremendo calor impidió celebrarla en la plaza de San Pedro, y el Santo Padre recorrió a pie los pasillos del aula Pablo VI,
repartiendo millares de apretones de manos, abrazos, besos, sonrisas…
rodeado en cada lugar de un «bosque» de brazos que levantaban teléfonos
móviles y tabletas para hacerle fotos.
En ese clima «confidencial», el Papa reveló por sorpresa
las «preguntas del examen» que cada uno tendrá que responder delante de
Dios en el Juicio Final.
Había comenzado su catequesis comentando las Bienaventuranzas,
«resumen de la nueva Ley de Jesús, que no niega ni se opone al camino
precedente, sino que lo completa». Les invitó a repetirlas con él, una
por una, y les dijo que podrían encontrarlas, junto con la explicación
de la nueva Ley «en el capítulo cinco de Mateo. Os voy a poner unos
«deberes»: leerlo en casa, en el pequeño Evangelio que debéis tener
siempre con vosotros».
El Santo Padre añadió que, además de la nueva Ley, Jesús «nos reveló las preguntas del examen en que seremos juzgados.
Las encontraréis en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo. El Señor nos
reconocerá si nosotros lo hemos reconocido en el pobre, el hambriento,
el marginado, el enfermo…».
El Papa comentó que «son cosas sencillas, pero concretas».
Vivirlas «llena nuestro corazón de alegría y nos convierte en testigos
creíbles del amor de Dios ante las personas que nos encontramos cada
día».
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