Para los planes de Dios sobre cada uno de nosotros no existen respuestas teológicas concretas. No sé qué pueda querer Dios de usted, ni hasta donde lo probará con el infortunio.
Sabemos ciertamente que la Escritura dice que las aguas nos llegan hasta el cuello pero no nos ahogan. No le voy a mentir diciendo que ya van a terminar sus sufrimientos. Eso hacen los horoscopistas que mienten a la gente y juegan con su sed de esperanza y su credulidad. Pero a pesar de mentirle no le solucionan nada.
Debemos mantener firmes algunos principios claros:
- Todo sucede para el bien de los que Dios ama (Romanos 8,20). Aunque
allí no se dice qué se incluye en ese ‘todo´: va desde los dones
materiales de Dios, hasta la cruz y el martirio.
- Dios no permite que seamos probados más allá de nuestras fuerzas.
- Muchas veces las aguas nos llegan hasta el cuello, pero no nos ahoga.
- Muchas veces Dios espera que le pidamos lo que necesitamos, incluso
con sacrificios, penitencias y votos generosos, y luego actúa. Porque
quería suscitar en nosotros esos actos que nos han de santificar.
- La cruz está en el camino ordinario de toda persona llamada a la
santidad. Y debemos aceptar con paciencia y resignación nuestras cruces;
para eso podemos leer con fruto el Libro de Job.
- Esto no nos exime de poner de nuestra parte todos los medios
materiales para encontrar una salida. Precisamente muchas veces la
gracia que Dios nos da no es el encontrar la salida de nuestros
problemas sino la gracia de intentarlo una vez más, lo cual también
viene de Dios.
- En nuestra debilidad se manifiesta la fuerza de Dios, como dice San Pablo. A veces Dios espera a que estemos completamente abatidos y recién allí actúa, para que se vea que ha sido su mano la que nos salvó y no nuestras fuerzas.
"Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Efesios 5,20)
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