El trabajo lo ha hecho Jesús hace dos mil años,
cuando eligió a doce columnas para construir la Iglesia y poniéndose a
sí mismo como “base” y “piedra angular”. Después, esa Iglesia abrió de
par en par sus puertas a todos, sin distinción, porque a Cristo le
interesa amar y curar los corazones, y no contar los pecados.
Jesús, piedra angular
Jesús ora, Jesús llama, Jesús elige, Jesús envía a
los discípulos, Jesús cura a la muchedumbre. En este templo, este Jesús
que es la piedra angular hace todo este trabajo: es Él quien lleva
adelante la Iglesia de este modo. Como decía Pablo, esta Iglesia está
edificada sobre el fundamento de los Apóstoles. Este que Él ha elegido
aquí: eligió a doce. Todos pecadores, todos. Judas no era el más
pecador: no sé quién haya sido el más pecador… Judas, pobrecito, es
aquel que se cerró al amor y por esto se convirtió en traidor. Pero
todos escaparon en el momento difícil de la Pasión y dejaron solo a
Jesús. Todos son pecadores. Pero Él los eligió”.
Jesús quiere que participemos de la Iglesia
Jesús
nos quiere dentro de la Iglesia, y no como huéspedes o extranjeros,
sino con el derecho de un ciudadano”. E insiste en que en la Iglesia no
estamos de paso, estamos enraizados allí. Nuestra vida es allí.
Nosotros somos ciudadanos, conciudadanos de esta Iglesia. Si nosotros
no entramos en este templo y formamos parte de esta construcción a fin
de que el Espíritu Santo habite en nosotros, nosotros no estamos en la
Iglesia. Nosotros estamos en la puerta y miramos: "Pero, qué bello… sí,
esto es bello". Cristianos que no van más allá de la recepción de la
Iglesia: sólo allí, en la puerta… "Pero sí, soy católico, sí, pero no
demasiado… así…".
Un modo de hacer esto, que no tiene sentido con respecto al amor y a
la misericordia totales que Jesús tiene por cada persona. La
demostración es la actitud de Cristo con Pedro. Incluso si la primera de
las columnas traiciona a Jesús, el Señor responde perdonando y
dejándolo en su lugar:
A Jesús no le importó el pecado de Pedro: buscaba su corazón. Pero
para encontrar este corazón y para curarlo. Jesús que reza y Jesús que
cura, también por cada uno de nosotros. Nosotros no podemos comprender a
la Iglesia sin este Jesús que reza y sin este Jesús que cura. Que el
Espíritu Santo nos haga comprender, a todos nosotros, esta Iglesia que
tiene la fuerza en la oración de Jesús por nosotros y que es capaz de
curarnos. A todos nosotros.
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