La oración es un diálogo de fe y amor. San Agustín parte de una convicción: antes que nosotros hayamos buscado a Dios, Él nos amó como Padre para unirnos a Cristo animados por el Espíritu de Amor.
La oración jamás debe confinarse en una contemplación inerte y estéril, que halague mi deseo de religiosidad sin transformar mi corazón y mi situación. Por tanto, hay que pedir al Espíritu el don de la fortaleza para discernir su voluntad y realizar propuestas evangélicas. Se trata, casi siempre, de pequeñas opciones, de peldaños concretos, de actitudes a vivir en un momento inmediato y esto con fidelidad a las cosas pequeñas de cada día, donde poco a poco voy construyendo con la gracia de Dios mi fidelidad plena a la voluntad de Dios. Sólo el amor profundo a la Palabra y a Cristo lo pueden explicar.
A continuación el decálogo:
- "Vete al Señor mismo, al mismo con
quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y
vuelve a pedir. No será Él como el amigo de la parábola: se levantará y
te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a
su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar.
Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido;
que suele no apreciarse lo aprisa concedido". (Sermón 105).
- "Él tiene más ganas de dar que nosotros
de recibir; tiene más ganas Él de hacernos misericordia que nosotros de
vernos libres de nuestras miserias". (Sermón 105).
- "La
oración que sale con toda pureza de lo intimo de la fe se eleva como el
incienso desde el altar sagrado. Ningún otro aroma es más agradable a
Dios que éste; este aroma debe ser ofrecido a él por los creyentes".
(Coment. sobre el Salmo 140)
- "Si la fe falta, la oración es
imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la
fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza
de la fe". (Catena Aurea)
- "Cuando nuestra oración no es
escuchada, es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque
somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque
pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala,
porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no
convenientes para nosotros". (La ciudad de Dios, 20, 22)
- "Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce
nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos
que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos,
pues Él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por
la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos
hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en
efecto, son muy grandes y nuestra capacidad de recibir es pequeña e
insignificante. Por eso, se nos dice: Dilatad vuestro corazón". (Carta
130, a Proba)
- "Con objeto de mantener vivo este deseo de Dios, debemos, en ciertos
momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que
de algún modo nos distraen de él, y amonestarnos a nosotros mismos con
la oración vocal; no vaya a ocurrir que nuestro deseo comience a
entibiarse y llegase a quedar totalmente frío, y, al no renovar con
frecuencia el fervor, acabe por extinguirse del todo". (Carta 130, a
Proba).
- "Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración
continuada, si la intención persevera fervorosa. Hablar mucho en la
oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas: orar mucho
es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a quien
suplicamos, pues, de ordinario, este negocio se trata mejor con gemidos
que con discursos, mejor con lágrimas que con palabras." (Carta 121 a
Proba).
- "Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas". (Sermón 43, sobre la naturaleza y la gracia).
- "Si vas discurriendo por todas las plegarias de la santa Escritura, creo que nada hallarás que no se encuentre y contenga en esta oración dominical (Padrenuestro)". (Carta 130, a Proba).
La oración es un don de Dios que hay que acogerlo y abrir el corazón para poder recibirlo. Si se trata de una relación personal se comprende que haya que estar presente ante Dios. En este camino de presencia y búsqueda hay que "invocar a Dios", desear, llamar, pedir, clamar y abrir el corazón para que entre en lo más íntimo del propio ser.
Oración:
Entrégate a mí, Dios mío, restitúyete a mí. Mira, yo te amo. Si aún es poco, haz que te ame más intensamente, No puedo calibrar cuánto falta de amor para que sea bastante y para que mi vida acuda desalada en busca de tu abrazo, de modo que nadie sea capaz de arrancarla de allí hasta que halle su escondite en lo más escondido de tu rostro (Sal 30, 21). Sólo sé una cosa: que me va mal lejos de ti, y no sólo fuera de mí, sino en mí mismo. Y que toda riqueza que no es mi Dios es pobreza (23).
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