Cuando
llega este tiempo de noviembre, tan otoñal, en el que los amaneceres son
más tardíos, los días más cortos, a
muchos les invade una cierta tristeza… Se acuerdan de los que ya no están con
nosotros porque abandonaron este mundo.
A este
mes de noviembre se le llama también “el mes de los difuntos”.
A veces,
resultan inevitables los recuerdos. El otoño es evocador, nostálgico…
Están
también aquellos que, al pensar en la muerte, pierden la paz; se atemorizan, se
desasosiegan, se angustian…
Algunas
veces las noches insomnes se hacen largas, dando vueltas y vueltas a estas
incertidumbres. Puede ser que incluso el
panorama se presente sombrío, oscuro, al no hallar respuestas.
Esa es
una pregunta propia del ser humano: ¿Qué hay detrás de la muerte? ¿Hay más
allá? ¿Cómo será esa vida que la fe nos promete con tanta vehemencia,
asegurándonos que supera a ésta? ¿Qué es eso de la Resurrección…?
También a
Jesús, en aquel tiempo le hicieron esas preguntas. El respondía sereno, con la
certeza del que tiene fe, del que ve más allá:
“Los que
mueren son como ángeles, son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección: Y
que los muertos resucitan lo ha indicado
también Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos el
nuestro, sino de vivos, porque para él todos viven”.
Jesús Sánchez Adalid, Pbro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario