viernes, 28 de noviembre de 2014

LECTURAS DEL DOMINGO, 30 DE NOVIEMBRE DE 2014


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7):
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/.
Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9):
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Marcos (13,33-37), del domingo, 30 de noviembre de 2014

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Dios
 
 
 

Comentario al Evangelio del domingo, 30 de noviembre de 2014

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Comenzamos el tiempo de Adviento, los textos de este domingo nos invitan a esperar, es verdad que la palabra Adviento en nuestra época no significa casi nada, e incluso cuando se piensa en la espera se piensa en algo pasivo. Un año más llega la Navidad, las compras, los adornos, los anuncios, la lotería, la reunión de la familia, el poner el Belén… pero el Adviento no es un tiempo pasivo, es tiempo de nacer, de proyectar, es algo dinámico.
Isaías nos describe la gran paradoja de nuestra vida por un lado reconocemos que el Señor es “Redentor”, porque “jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él” y por otro “todos éramos impuros, todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento”. Es la doblez que tenemos dentro, por eso el Adviento es un tiempo de desafío: o nos estancamos en la espera de lo que hacemos todos los años, o nos decidimos a realizar el proyecto de la Navidad que no es otra cosa que nazca el Hombre. Pero vivimos en un tiempo de desconcierto y más en concreto en estos días en que el consumismo, la apariencia de ser felices, las comidas abundantes, los regalos…, no nos dejan ver lo que celebramos. Si no salimos de nosotros mismos y buscamos la trascendencia no podemos vivir el Adviento, el que lo tiene todo no espera nada. Continúa Isaías: “Y sin embargo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros la arcilla, y tú, el alfarero: somos todos obra de tu mano”. De ahí que en este primer domingo de Adviento debamos tomar en las manos nuestra propia arcilla, la arcilla de nuestra vida, y preguntarnos sincera y seriamente: ¿Qué haré con esta arcilla (un Belén)? ¿Qué espero? ¿Qué hombre quiero moldear?
San Pablo nos dice: “Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo”. Por lo tanto, este tiempo litúrgico no es sólo para recordar el nacimiento histórico de Jesús, sino que es trabajar en nuestro propio nacimiento como hombres nuevos. Nuevos porque queremos “participar de la vida del Hijo” y surgimos de nuestra propia arcilla, labrada con nuestras manos. Nuevos tal como le recordó Jesús a Nicodemo: “es preciso nacer de nuevo”, no por volver al vientre de tu madre, sino por el parto de uno mismo con la fuerza del Espíritu. Nacer al Hombre, es el reto.
Para ello el Evangelio de este domingo, nos invita a salir de nuestra modorra y somnolencia, nos dice: “¡Velad!”. Se nos ha encomendado la tarea de seguir creciendo con la mano bien metida en nuestra arcilla, para ser nosotros mismos y configurarnos cada vez más con el Niño que nace cada día en nosotros, por eso cada momento es Adviento. Mantengámonos vigilantes, nos ha dicho Jesús. En el hogar, en el trabajo, en la calle, en el colegio, en el alboroto de estos días hay un lugar para proponer esto, para estar atentos a lo que supone la encarnación del Dios que se hace hombre para hacernos HOMBRES NUEVOS.
Comienza este domingo el Año de la Vida Consagrada, los religiosos y religiosas, deben ser los vigías, los que velan, otean el horizonte, para indicarnos el camino que lleva a ese nacimiento. La pobreza, castidad y obediencia, nos recuerdan los tiempos futuros: “no sabemos cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer”. “Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!”. Demos pasos decididos todos, para que en este tiempo vaya creciendo en el mundo la esperanza que pregona el Adviento.
 

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