Pero... ¡cuánto tiempo
más ha de pasar todavía para que vuelvas Tú! ¿Cuántas cosas terribles y
escandalosas han de ver aún nuestros pobres ojos?
Nos hablaste de un
reino; nos dijeron que tuviéramos esperanza, que veríamos regresar al Rey; y
que cuando eso tuviese al fin su lugar, quedaríamos admirados, sobrecogidos, al
contemplar y sentir cómo lo ruin y lo vil de este mundo era de repente precioso;
como si nunca antes hubiese sido ruin o vil...
Nuestra pobre esperanza
incluso llegó a comprender y anhelar que lo cruel fuera misericordioso; que
sería perdonado el universo como si no hubiese conocido el pecado...
Pero... ¡qué arraigado
está el mal en el mundo! ¡Cómo se resiste y con qué fuerza se niega a soltar su
presa!
Cuan hermoso será oír: “las
maldades de antaño han terminado.
Los días antiguos ya se
fueron. Está surgiendo un nuevo mundo.
Se acabaron los viejos
hábitos. No habrá más odio, ni guerra, ni mentira, ni falsedad...Y será uno el
pueblo, el bello pueblo del Dios Vivo.
Tiemble pues esta tierra
vieja, ante los presurosos pies del mensajero. Y proclamad la ley, la única ley
vigente: la del amor.
¡Ven ya mi hermoso Rey y
que el mundo estalle en frescura de heno y flores! ¡Dispersa el rocío de La Paz
y el descanso!
¡Vuelve a casa, mi
Señor!
Jesús Sánchez Adalid, Pbro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario