sábado, 22 de noviembre de 2014

El Rey que viene, el Señor que se acerca



Pero... ¡cuánto tiempo más ha de pasar todavía para que vuelvas Tú! ¿Cuántas cosas terribles y escandalosas han de ver aún nuestros pobres ojos?
Nos hablaste de un reino; nos dijeron que tuviéramos esperanza, que veríamos regresar al Rey; y que cuando eso tuviese al fin su lugar, quedaríamos admirados, sobrecogidos, al contemplar y sentir cómo lo ruin y lo vil de este mundo era de repente precioso; como si nunca antes hubiese sido ruin o vil...
Nuestra pobre esperanza incluso llegó a comprender y anhelar que lo cruel fuera misericordioso; que sería perdonado el universo como si no hubiese conocido el pecado...
Pero... ¡qué arraigado está el mal en el mundo! ¡Cómo se resiste y con qué fuerza se niega a soltar su presa!
Cuan hermoso será oír: “las maldades de antaño han terminado.
Los días antiguos ya se fueron. Está surgiendo un nuevo mundo.
Se acabaron los viejos hábitos. No habrá más odio, ni guerra, ni mentira, ni falsedad...Y será uno el pueblo, el bello pueblo del Dios Vivo.
Tiemble pues esta tierra vieja, ante los presurosos pies del mensajero. Y proclamad la ley, la única ley vigente: la del amor.
¡Ven ya mi hermoso Rey y que el mundo estalle en frescura de heno y flores! ¡Dispersa el rocío de La Paz y el descanso!
¡Vuelve a casa, mi Señor! 


Jesús Sánchez Adalid, Pbro.
 

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