Primera lectura
Lectura del del libro de las Lamentaciones 3, 17-26
Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo
de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el
Señor.» Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me
envenena; no hago más que pensar en ello, y estoy abatido. Pero hay algo
que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del
Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien, se renuevan
cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y
espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan;
es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios
______________________-Salmo
Salmo Responsorial: 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8
R/. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia
la redención copiosa. R.
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.
______________________-
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando Él se manifieste,
seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que
tiene esperanza en Él se purifica a si mismo, como Él es puro.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed
en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias; si no fuera así; ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio?
Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que
donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el
camino.»
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»
Palabra del SeñorEN LAS MANOS DE DIOS (Reflexión)
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer
con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no
hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los
trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra
vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va
visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos.
¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a
nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice
su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra
vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada
persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos
oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y
cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo
relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a
asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo
resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese
misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos
no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una
oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida
de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre
nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente
sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos:
creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado
mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más
frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más
inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos
llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una
esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a
un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su
pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que
expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no
sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es
débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te
dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más
seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida
plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día
nos volveremos a ver”.
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